En su columna “La Tribuna y sus Tribuneros, el analista Carlo Caripio, da algunas recomendaciones a la polémica Superliga:
Como ya tenían lo más importante (o lo que ellos consideran que es lo más importante), la financiación, el dinero, se olvidaron de todo lo demás y de todos los demás.
Por eso debieron pensar que no merecía la pena molestarse en explicar su proyecto, ni detallar el modelo exacto de negocio, ni compartir en qué cuantía la nueva competición beneficiaría a los menos favorecidos, ni escuchar al resto de actores de la industria futbolística para confrontar opiniones distintas. Para qué.
En vez de eso se decantaron por una improvisada comparecencia de Florentino Pérez a media noche en El Chiringuito (enhorabuena a Pedrerol por la exclusiva) arrogándose el papel de salvador mesiánico del fútbol. Para rematar el despropósito 48 horas después lanzaron, también con nocturnidad, un triste comunicado consistente en una hoja de Word monda y lironda con tres párrafos en Times New Roman a cuerpo 14 en los que, ahora sí, se esbozaban las líneas básicas de su proyecto de reforma del fútbol cuando ya estaba herido de muerte por la marcha atrás de los seis clubes ingleses.
Nada de dossieres previos, ni presentación internacional para los enviados especiales de la CNN, la BBC y L’Equipe. Inaudito. Sorprende que tan triste campaña de imagen contara con el visto bueno del dirigente que un día revolucionó el fútbol mundial con su visión vanguardista, pero igual que su brillante capacidad como gestor está fuera de toda duda, la comunicación nunca fue uno de sus puntos fuertes, quizás por su profundo desprecio hacia los medios independientes.
Más inexplicable resulta que los otros 11 grandes clubes, casi todos con multimillonarios empresarios como propietarios, permitieran semejante equivocación. En las escuelas de negocios se estudiará este caso como ejemplo de manual de lo que no debe hacerse en el lanzamiento al mercado de una empresa o un producto.