Los organizadores de los Juegos Olímpicos de Tokio han estado luchando para contener la propagación del COVID-19, pero también lidian con otro problema que, en gran medida, está fuera de su control: una ola de calor.
Día tras día, las temperaturas de más de 90 grados Fahrenheit (unos 32 centígrados) y la alta humedad han hecho que los organizadores deban reprogramar partidos de rugby y competencias de ciclismo de montaña y cambiar los horarios de algunos eventos de atletismo para las primeras horas de la mañana o al anochecer con el fin de evitar el fuerte sol de la tarde.
Otros eventos, como el maratón y la marcha, se han trasladado fuera de Tokio a la ciudad más fresca de Sapporo, capital de la montañosa isla de Hokkaido, en el norte de Japón, que fue sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1972.
Los organizadores instalaron carpas refrigeradas para los atletas que compiten en Tokio, además transportaron ventiladores de agua nebulizada y han comenzado a proporcionar helados al ejército de voluntarios que ayudan a organizar los Juegos.